Bali está llena de templos,
casi en cada esquina hay uno pero hoy os contaré sólo dos historias.
Ayer visitamos unos
arrozales, de los más bonitos que he visto nunca porque si bien en otros países
las
terrazas son extensas, en
Bali, por lo abrupto del terreno, forman casi pasillos estrechos en las laderas
de las montañas. Son mediaslunas sólo interrumpidas por casitas de tejados de
lata que protegen de la lluvia a los
bueyes. En este idílico
paisaje y en un arranque artístico buscando el mejor encuadre, metí un pie
hasta el
tobillo en el barro al mejor
estilo asiático. Mientras me quitaba el barro en una acequia apareció la dueña
de los campos y tuvimos una conversación surrealista por señas acerca de lo
bonito que era su buey. El buey rumiaba impasible su hierba y creo que la dueña
entendió que me lo queria comer asado. Pero al menos nos reimos
mucho.
Ayer os decía que Bafi se
parece a la India, pero de forma muy superfical, Una de las cosas que tienen en
común son las ofrendas en los templos y altares: fabrican cestas pequeñas de
bambú y en ellas acomodan
pétalos, velas y trozos de
frutas. Hoy por la tarde fuimos a, visitar una ciudad y mientras miraba los
techos
pintados con historias de un
Ramayana balinés me llamó la atención un viejlto que daba vueltas
rebuscando algo en un altar lleno de ofrendas. Me di cuenta que escogía los
trozos de frutas y los metía en una bolsa. Una mujer que iba a rezar le
recriminó. ¿Por robar?
Sonrío. Los hombres alimentan
a ios dioses. Esta tarde un dios alimentó a un hombre.
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