Sólo he querido ser dos cosas en mi vida: médico y reportero
de guerra. Desde siempre y sin motivos. En algún rincón de mi encéfalo infantil
y adolescente debía esconderse la razón de la disparidad en la que basaba mi
felicidad y realización profesional.
A alguien debió de asustarle lo de reportero de guerra y al
final me convencieron para ser médico.
Hoy he terminado un libro, ya descatalogado, comprado de
segunda mano en Internet, qué poco me gusta comprar libros así, no puedo
tocarlos ni olerlos. Es la manía de los españoles de tocarlo todo, pero eso
forma parte de otra historia. La historia de hoy es la de la vida que no he
tenido, la del reportero de guerra.
Por diversas circunstancias me he visto envuelta en revivir
guerras a golpe de libros, archivos, fotos y películas. Nada que ver con vivirlas, que no es igual que evocarlas. “La historia de la
guerra siempre es la misma: un par de desgraciados con distinto uniforme que se
pegan tiros el uno al otro, muertos de miedo en un agujero lleno de barro, y un
cabrón con pintas fumándose un puro en un despacho climatizado, muy lejos, que
diseña banderas, himnos nacionales y monumentos al soldado desconocido mientras
se forra con la sangre y con la mierda. La guerra es un negocio de tenderos y
de generales, hijos míos. Y lo demás es filfa”, pone Pérez Reverte en labios de
Barlés durante una conferencia en una universidad.
Pero os juro que, de haberme convertido en una reportera de
guerra, hubiera llegado a la misma consecuencia y conclusión que tras pasarme
años en la facultad de Medicina: “ El cielo sobre la cabeza, pensó Barlés. Nos
pasamos la vida pensando que nuestros esfuerzos, nuestro trabajo, lo que
conseguimos a cambio de todo eso, son definitivos, estables. Creemos que van a
durar: que nosotros vamos a durar. Y un día el cielo cae sobre la cabeza. Nada
es tan frágil como lo que tienes, se dijo. Y lo más frágil que tienes es la
vida”, vuelve a decir Pérez Reverte.
Así que haciéndome médico he llegado al mismo final: a
apreciar y disfrutar la vida por encima de todo y a levantar mi voz por los que
no tienen fuerzas para hacerlo.
Ahí es nada, pienso. (La foto es del grandísimo Gervasio Sánchez).
http://blogs.heraldo.es/gervasiosanchez/?p=888 |
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