Desplegué un tablero grueso de cartón con la mitad de Europa
pintada de cruces gamadas y fronteras con gruesos trazos negros. En una caja
había además soldados de plástico, tanques, aviones, ¡submarinos! Y le dije,
vamos a jugar a la guerra.
El guardó los soldados y plegó el tablero y muy serio me
contestó, tú y yo no vamos a hacer la guerra.
Afuera caía una lluvia lenta y densa. Dentro empezaron a
llover pétalos de colores. Los nietos de aquellos soldados que hicieron la
guerra de verdad 70 años antes nos besamos despacio las heridas, acariciamos
algunas cicatrices, acallamos el sonido de las balas con canciones y plantamos
flores en la tierra yerma. Brindamos por la vida y hablamos en silencio durante
largo rato.
No. Nosotros no vamos a hacer la guerra.
Tú y yo hemos cambiado el fusil por la palabra.
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