sábado, 21 de junio de 2014

Cefalonia

Cefalonia tiene cipreses como lápices, lanzas verdes cubiertas de hojas, que apuntan al cielo. Olivos gigantescos de verde plateado antiguo y viñedos aplastados contra el suelo. 
El tiempo es una mezcla de barro, mar y miel que puedes tomar en las manos y moldear a capricho. 
Hay ancianos centenarios, arrugados sobre sí mismos, con los ojos claros de eternidad que pasean mirando de reojo a Itaca. 
Itaca, la siempre presente, alargada, árida de bordes romos. El suelo de Cefalonia se vuelve de cristal para que puedas contemplarla a su través. 
El azul más cristalino se combina con el blanco cegador en la playas, blanco de guijarros duros y grandes y redondos. Nada de arena. Todo aquí es rotundo. 
Y luego están ellos, los italianos muertos en el 43, cuando el armisticio, fusilados, ahogados. Cinco mil, si es que un número sirve para contar la vida. Tumbas entre olivos en la umbría. Salen del mar, de la tierra para cantar en las noches. 


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