lunes, 7 de abril de 2014

Crónicas alemanas (2)

Vivir en otro país es algo así como una aventura y es que parece mentira que nos separen sólo 2 horas de avión y tantísimas otras cosas.

Una de las cosas que no dejan de sorprenderme son las costumbres gastronómicas (que del nombre tienen sólo de gastro). Antes de las 10 paramos todos los días para tomar café juntos en la sala de la 1ª planta. Para mí continúa siendo un misterio quién lo prepara, pero es cierto que a esa hora hay varias cafeteras y teteras esperándonos. Sobre la cuestión de la autoría de los brebajes he preguntado y nadie ha sabido darme respuesta. Para mí que es el señor de los enchufes que va con peto de pana por el departamento y tiene una ceja.
Y cuando digo a las 10 el café, es a las 10. Tengo cronometrado a Jörg, mi compañero de despacho sobre el que luego volveré, y todos los días a las 9:46 (ni un minuto más ni menos) le salta un resorte y me dice “Kaffe” con una sonrisa y sale disparado escaleras abajo. Como si se fueran a beber su taza.
Las 12 de la mañana es para ellos la hora de comer. Y esto es otro misterio para mí: porque todos comen solos. Tengo la teoría de que Triki, el monstruo de las galletas, es alguien delicado ingiriendo alimentos al lado de esta gente, lo cual les hace realizar el acto de alimentarse en la más absoluta intimidad para no asustar a los demás. O que comen alguna guarrería. Dónde lo hacen también es un misterio porque en Erlangen lo que abunda son los puestos de bocadillos, sándwiches y dulces.
¿Qué hago yo? Pues hago el alemán pero a medias, es decir, me voy por ahí a comprarme algo sin decir nada (aunque lo consumo como las personas educadas) pero a la hora española. Cuando hace buen tiempo me siento en un banco del Schlossgarten de al lado de la universidad y hago la fotosíntesis un rato. Lo que nunca hago, razones obvias por lo que os conté en el mail anterior, es arrimarme a un árbol, no vaya a estar marcado con urea germana.

Las relaciones personales son bastante curiosas: ya venía advertida de ello. Alguien puede enviarte un correo a las 9:55 contándote su vida y hasta chistes y no saludarte en la Raum del Kafee a las 10:01.

Lo de mi compañero el Jörg. Es alto alto, rubio y rosa. Este hombre es el ilustrador del departamento. Yo pensaba que el suyo era un trabajo muy cómodo, porque creía que poca tarea tendría, pero al pobre lo tienen mareado entre todos, que si píntame esto, que si píntame lo otro y uno de los más pesados es un profesor emérito que se llama Rohn (el del atlas de Yamakouchi) que tiene un montón de años y le llaman Nosferatus. Hoy me crucé con él por la escalera (Morgen dije yo, Morgen contestó Nosferatus) y llevaba una alfombra enrollada. Es tan siniestro que hasta pensé que se iba a ir volando montado en ella.
Y mi pobre compañero pinta que te pinta. Tiene la mesa ahora llena de retinas. Pero él es ilustrador, que quede claro eh? Hoy le pedí que si podía pintarnos la caja del experimento de negro por dentro y muy sorprendido me dijo que él no era pintor, que era ilustrador. Claro, los ilustradores ilustran, los pintores pintan. Pero he llegado con él a un acuerdo: me va a ilustrar con tinta negra el interior de la caja y a cambio le dejo que nos haga algún dibujo en la parte de fuera, para demostrarnos su creatividad.
Otro elemento curioso que merodea por aquí (y ya con esto lo dejo, no vaya a haceros un lío entre Järg, Nosferatus y este último) es un japonés que lleva aquí varios meses. Está integradísimo. No habla con nadie. No toma café. No come. Sólo está delante del ordenador.
Tengo por último otra cosa que confesaros: no sé dónde tirar la basura. En serio. La dueña de la casa me dejó un cubo y bolsas de basura, lo cual me demuestra que son conscientes de la gestión de los residuos. Yo había echado un ojo a un cubo verde de enfrente de mi portal que tenía todo el aspecto de ser el cubo de basura alemán. Pero esta mañana, bolsa en mano, me encuentro con que la tapa está cogida con unas cadenas, que digo yo, no habrá que tener llave para tirar la basura. Pensé, ya está, habrá otro cubo en el patio. Pues no. Y yo con la bolsa en la mano. Y nadie sin aparecer porque de últimas así medio por señas Wo …das? y algo hubiera entendido. Entonces he decidido salir, ya soñando con los cubos de la casa de enfrente (que también eran inexistentes) y luego pues avanzar hasta el bar de la esquina (cubos? Nein!). Algún guarro ha dejado tres bolsas en la calle (seguro que era otro español) y he dejado la mía al lado.

Pero ya he descubierto que al lado del ayuntamiento Alt Rathaus hay dos papeleras. Para la próxima.

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