jueves, 3 de abril de 2014

Viento del Este

He descubierto el sortilegio.
Una brisa breve me trae olor a flores. El tiempo , el mío, se detiene un instante y entonces  es cuando  le oigo cantar.
El mirlo entona una melodía que arrastra consigo todos los demás sonidos, que le hacen de compás. Acaso sea la magia la que consiga que yo no escuche nada más.
Al ritmo de su pecho se desenredan mis alas y se me cubre la cara de polvo de hadas. Tengo la certeza de que nada malo puede ocurrir porque su canto mágico desbarata lo oscuro.
A veces se marcha durante un tiempo , a llevar su encantamiento a otros lugares. El pasado  verano murió: encontraron su cuerpo  rígido  y pardo en mi terraza. Debí presentir entonces que algo no marchaba bien pero no me daba cuenta de que mis ojos buscaban, tristes en su obsesión, los ojos de alguien que no quería mirarme. Eso fue hasta que los primeros vientos de febrero me desbarataron el vuelo y me tallaron el corazón de tiza.
Pero él ha vuelto. La semana pasada me entró por la ventana el viento del Este que anuncia cambios. Mi tictac se detuvo y escuché su canto. Sentí cómo se me desenredaban las alas y me brillaba de nuevo la cara con polvo de hadas.
Sé que va a quedarse más tiempo, hasta que su silbido se lleve el último grano de polvo de tiza.

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