Hoy el correo que os envío es un poco más serio. A veces
pienso si no estaré formando parte de un experimento sociológico organizado a
nivel europeo. Algo así como un proyecto Merckel-Rajoy.
Cada persona da lo que querría recibir si estuviera en el
lugar del otro y en este punto los ciudadanos alemanes y españoles tenemos
grandes diferencias. Cuando recibimos a alguien de fuera en España lo
agasajamos comiendo, saliendo, llevándole a todos lados como si fuera un niño
pequeño y dando gracias que le dejamos tiempo para dormir y ducharse. Eso es
para nosotros portarnos bien con un invitado.
Sin embargo un alemán no hará contigo nada de eso, ya os he
ido contando la peculiar relación que tienen con la comida, pero a cambio hará
por vosotros lo que ellos necesitarían. Irá a recogeros al aeropuerto, cargará
vuestra maleta escaleras arriba con una sola mano, se encargará de que tengas
todo listo en el piso, de aprender cómo funciona la lavadora y la secadora, te
hará copias de todas las llaves de todas las puertas que puedas querer abrir,
te dará de alta en Internet en la universidad, pegándose con los
administrativos y perdiendo contigo en la secretaría más de hora y media, te
enseñará a descifrar los planos de metro o te acompañará a sacar el abono
transporte (el cual a tu llegada ya tenía relleno). Entre otras cosas.
Un alemán que coge el mismo metro que tú ¡jamás! te
preguntará si ya te marchas a casa (eso no es asunto suyo) por si os vais
juntos, pero a cambio te comprará una coca cola y te la dejará en el escritorio
porque hoy hace mucho calor y tienes que beber, que este es el último piso, da
mucho sol, la temperatura es altísima y te vas a deshidratar.
Son ese tipo de cosas las que hacen que te den ganas, con el
paso de los días y la confianza, de tocarles y achucharles sin ningún ánimo
lascivo. Dichosos españoles lo sobones que somos, no nos damos cuenta hasta que
nos sentimos cohibidos y es que esta gente ni se roza. Igual los niños los
hacen a distancia. Tienen un espacio vital, digamos, bastante ancho.
A costa de nuestras diferencias nos reímos bastante. El otro
día por ejemplo, enseñé a preparar el mate a dos compañeros. La cosa viene de
que a la mujer de uno de ellos le encanta Vigo Mortensen, que parece ser que
toma mate, y ella empezó con aquello de la bombilla y la yerba y él por
extensión la siguió y además contagió a otro compañero. Pero el caso es que cada
uno matea en su propio mate. Cuando les expliqué que el mate tiene casi un aura
de ritual, que se pasan horas mateando, contando historias, que todos toman de
la misma bombilla…uno de ellos me dijo riéndose que él es demasiado alemán para
beber del mismo vaso que otro. Total que andamos con la coña todo el día.
Con quien comparto el proyecto, Christian, es, con mucho, el
más alemán de todos.
Por eso pienso que si nos han puesto a trabajar juntos por
aquello del estudio antropológico. El primer día debió flipar cuando hice un
sinpa en el metro (total, era una estación y me dijo que los domingos no había
revisores). Pero no hacemos más que divertirnos a costa de las dificultades
culturales. Hoy por ejemplo hemos descubierto que en España somos más rápidos a
la hora de conseguir artículos de revistas en las bibliotecas, que en Alemania
rentabilizan más los recursos de la universidad y que los austriacos son unos
chapuzas haciendo lámparas (había que meterse con alguien y les ha tocado a los
vecinos de abajo).
Todos los días atravieso la plaza del mercado, donde se
monta el mercadillo de Navidad, para ir a coger el metro. En un extremo de la
plaza está la sinagoga, destruida y convertida en la iglesia de Nuestra Señora
(vamos que el rey de turno en el siglo no se cuantos quiso hacer allí la
iglesia para lo cual quemó la sinagoga con algunos judíos dentro, no fuera a
ser que protestaran por quemarles el templo).
Y pienso que ojalá usáramos las cosas que nos diferencian
para acercarnos a las personas: os aseguro que en ello estamos en esta
enriquecedora experiencia hispano-alemana.
Hoy estoy muy contenta: he tirado la basura como las
personas civilizadas, tras descubrir que son los miércoles el día de sacar los
cubos.
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